Muerte en Azul
La llegada de la noche tiene otro sentido que no quiero examinar.
Pero es de noche. Y de noche, las cosas son tan… ellas mismas.
Lo que perturba y desespera es la densidad del cuerpo. Al borde, justo en ese instante en que no se puede saber si se está de un lado u otro de la línea. La imaginaria o ficticia, imperceptible línea que separa un estado del otro.
Nace en mí, de pronto, la necesidad convulsa que engendra más salvaje furia en mi interior. Es una desgarradora y latente destrucción que raspa, puja… quema intentando salir. Busca descomprimirse y estallar. La quemazón procura quitarse la oprimente aleación del cuerpo. -‘Ya no puedo resistir lo que no resiste en mí’-.
Mis manos disparan azul virulento al lienzo. Suda mi cuerpo, rígidas las manos. Aniquilamiento total de lo sobrante. Expulsión de lo latente. Repulsión de lo irresistible.
La pintura aún fresca en el lienzo. Azul en mi cuerpo y en mis manos que corre como sangre. La respiración cada vez más agitada. La mirada perdida y fija en la obra, sintiendo eso que me desborda cuando el aire aplasta.
Instantes de eternidad. Lágrimas que se mezclan con óleo y agua escarlata.
Cayendo de rodillas ante la obra… ante ella… ante mí...
Me oigo en quebranto desolador. Todo se ha desmoronado. Todo queda destruido. De rodillas, las pupilas dilatadas y absortas. Lloro compasivamente unos pocos instantes más antes de tomar el lienzo, y en brutal desesperación, rasgarlo. Vidrio en mis manos.
Reuniendo fuerzas -las pocas que perviven- erguida miro con satisfacción la obra en el piso. –‘Soy la asesina de mi misma’-.
Por fin, exhausta, me dejé caer en la cama. Abrazando la almohada, abrí los ojos y ahí estabas, observándome entre mis brazos. Sonriendo tu calidez, me devolviste el alma, al tiempo que una otra sonrisa distinta se instalaba en mi rostro.
Comprendí, acabado el holocausto y viéndome en tus ojos -en tu mirada de otro azul- aquellas palabras no dichas y jamás pronunciadas –‘¿Hacía falta?’-.
Desplomándome en tu pecho perdí la consciencia.
Pero es de noche. Y de noche, las cosas son tan… ellas mismas.
Lo que perturba y desespera es la densidad del cuerpo. Al borde, justo en ese instante en que no se puede saber si se está de un lado u otro de la línea. La imaginaria o ficticia, imperceptible línea que separa un estado del otro.
Nace en mí, de pronto, la necesidad convulsa que engendra más salvaje furia en mi interior. Es una desgarradora y latente destrucción que raspa, puja… quema intentando salir. Busca descomprimirse y estallar. La quemazón procura quitarse la oprimente aleación del cuerpo. -‘Ya no puedo resistir lo que no resiste en mí’-.
Mis manos disparan azul virulento al lienzo. Suda mi cuerpo, rígidas las manos. Aniquilamiento total de lo sobrante. Expulsión de lo latente. Repulsión de lo irresistible.
La pintura aún fresca en el lienzo. Azul en mi cuerpo y en mis manos que corre como sangre. La respiración cada vez más agitada. La mirada perdida y fija en la obra, sintiendo eso que me desborda cuando el aire aplasta.
Instantes de eternidad. Lágrimas que se mezclan con óleo y agua escarlata.
Cayendo de rodillas ante la obra… ante ella… ante mí...
Me oigo en quebranto desolador. Todo se ha desmoronado. Todo queda destruido. De rodillas, las pupilas dilatadas y absortas. Lloro compasivamente unos pocos instantes más antes de tomar el lienzo, y en brutal desesperación, rasgarlo. Vidrio en mis manos.
Reuniendo fuerzas -las pocas que perviven- erguida miro con satisfacción la obra en el piso. –‘Soy la asesina de mi misma’-.
Por fin, exhausta, me dejé caer en la cama. Abrazando la almohada, abrí los ojos y ahí estabas, observándome entre mis brazos. Sonriendo tu calidez, me devolviste el alma, al tiempo que una otra sonrisa distinta se instalaba en mi rostro.
Comprendí, acabado el holocausto y viéndome en tus ojos -en tu mirada de otro azul- aquellas palabras no dichas y jamás pronunciadas –‘¿Hacía falta?’-.
Desplomándome en tu pecho perdí la consciencia.
5 apreciaciones:
Amatista: Qué manera de revolver mi alma... Me fascinó.
Apuñalar la obra para no girar la daga hacia nosotros mismos: uno de los dos debe desaparecer y seguramente, se trate de una sola e idéntica víctima.
((... ... ...))
...Intenso y provocador instante.
Cautivador escrito.
((...Un abrazo...))
Interesante.
azul tambien es el color del romance y de la pasión, es mejor morir azul, morir com pasión, morir amando, morir sabiendo que se dio todo lo mejor de uno mismo.
Saludos!!!
Bellísimo...un abrazo de azpeitia
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